AVISO

AVISO (12/03/23):
Debido a la gran cantidad de juicios por jurados llevados a cabo en una decena de provincias de Argentina, la AAJJ dejará de publicar crónicas individuales por cada juicio y comenzará a publicar resúmenes mensuales

jueves, 23 de marzo de 2023

SAN MARTÍN: No culpable a obrero metalúrgico por legítima defensa y quedó libre tras 4 años preso. Gran triunfo de la defensa pública

El acusado José Rodríguez y las defensoras
oficiales Viviana Fernández y Luba Lazarczuk

Terminó el calvario  para José Rodríguez. Esta es la historia de otro hombre inocente que estuvo cuatro años y medio en prisión preventiva. Un obrero metalúrgico que conoció a su pequeña beba en la prisión. La niña Ámbar, hoy con 4 años de edad, pudo ayer abrazar a su papá definitivamente en libertad.

José tuvo dos grandes ayudas. Por un lado, un generoso empleador llamado Martín Tristán, dueño la fábrica MTG Tornerías, que lo mantuvo en blanco y pagándole el salario a pesar de estar preso. 

Por el otro, el brillante equipo de abogadas de la defensoría pública que litigaron el caso con tremendo profesionalismo y preparación. Ellas fueron las defensoras públicas María Luba Lazarczuk y Viviana Fernández y el secretario Martín Cabrera.

Algunos testigos y los jurados creían que eran abogados particulares de un estudio jurídico poderoso. No podían creer cuando les aclararon que eran de la defensa oficial.


Ámbar y el feliz papá en su casa


El veredicto del jurado fue unánime. Les llevó no más de diez minutos de deliberación a los doce jurados (seis mujeres y seis hombres) para decidir que José Rodríguez se había defendido del ataque de los hermanos Ariel y Roberto Lizarraga.

Estos últimos era conocidos rateros del barrio. José volvía de la fábrica y lo quisieron asaltar el día 24 de enero del 2019. Eran cerca de las 17 horas. José llegó del trabajo, entró a su casa,  besó a su esposa y se fue al kiosco a comprar galletitas. 

Allí lo interceptan los Lizarraga. Primero lo empezaron a apurar verbalmente. Le exigieron cigarrillos, les dijo que no. Después lo empezaron a golpear y a querer sacarle todo lo que llevaba. José se plantó y empezaron las trompadas. Al ver que perdían la batalla, uno de los Lizarraga saca un revólver y empiezan a forcejear. Allí se escapa un disparo y Ariel Lizarraga queda herido y cae al suelo. 

José escapa. El arma queda tirada y Roberto Lizarraga sugestivamente se va del lugar, dejando a su hermano allí tirado en agonía. El arma de fuego jamás fue encontrada. 

Cuando los vecinos se acercan a asistirlo, Ariel Lizarraga ya estaba muerto. José asustado se fue del barrio junto a su familia. Cuando se enteró de lo sucedido se entregó a la comisaría y allí quedó detenido. Jamás le concedieron un solo beneficio. Ni caución real, ni prisión domiciliaria, ni nada. Estuvo en las Unidades de Florencio Varela y San Martín. Así fueron los hechos.

La fiscal Rosana Cutitta lo acusó de homicidio con arma de fuego y, sorpresivamente, basó todo su caso en el testigo estrella Roberto Lizarraga. El problema para él fue que las defensoras lo masacraron en el contraexamen. 

Por ejemplo, ya nomás con su nombre e identificación, tuvo que reconocer ante el jurado que dio ocho nombres distintos en las múltiples causas judiciales por robo que tuvo que enfrentar (Lizarriaga, Izarraga, Mizarriaga, Alirriaga, Onlurriaga, Cachurriaga, Burruchaga, Olarticoechea, Cucciuffo, etc). El resto puede obviarse, Hizo agua por todos los costados. Su relato era insostenible. 


The only star of the trial


 
José declaró ante el jurado y dio su versión de los hechos. Explicó que se defendió cuando le quisieron robar, que se trabó en un forcejeo y en el mismo se escapó un disparo del arma del delincuente. Que él ni siquiera disparó. Que lo único que hizo fue defenderse de dos chorros armados que lo golpearon. Que era un obrero metalúrgico que venía de su trabajo y que jamás había estado en prisión.

La fiscalía hizo su último esfuerzo en el alegato de clausura. Sostuvo que si hubiera sido inocente lo habría dicho en el primer momento en que cayó detenido y no meses después.
 
Pero ya era tarde. Era visible en la sala de juicio que la teoría del caso de la fiscalía no tenía asidero en las pruebas. No había arma y nadie pudo testimoniar haber visto a José Rodríguez disparar.

Pero, además, la credibilidad del testigo Roberto era poco menos que nula. 

Las defensoras oficiales, en su brillante contraexamen, lograron hacerlo tartamudear, carraspear, mover nerviosamente los ojos y boca, ladear su cara y frotarse la entrepierna al hacerle esta sencilla pregunta: 

"Señor Roberto Iza, Liza, Micharraga o como usted quiera llamarse, ¿no es cierto que usted abandonó la escena dejando a su hermano tirado y además llevándose el arma?

Los gestos de Roberto todo lo decían. Era un manojo incontrolable de nervios. La condena se cayó.


Todos los nombres de Roberto.
Todos los hombres del presidente


El juez Julio Di Giorgio instruyó correctamente al jurado con tres opciones de veredicto. Homicidio simple, Exceso en la legítima defensa y No culpable.

El jurado terminó todo en 10 minutos. No culpable por legítima defensa. José Rodríguez se fue libre para siempre de la misma sala de juicios. Tres varones del jurado le fueron a dar un abrazo. Ayer cenó en su casa con su familia y el lunes se reintegra a la fábrica metalúrgica.




Las defensoras oficiales y el secretario
Martín Cabrera

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