“Eh, vos, gato”, fueron las palabras que Emiliano Guayquinao le profirió a Lucas Lira e inmediatamente le disparó a quemarropa con una escopeta 12.70 con cartuchos calibre 38.
Emiliano fue a buscar a Lucas por una disputa sobre una moto de sospechosísimo origen. No quedó claro el tipo de motoneta que justificara semejante desenlace. Es decir, si se trataba de un mísero Scooter, una Zanellita o una de mayor envergadura, tipo Kawa o al menos una Vespa. Dato clave, por lo ridículo y bizarro: se llevó el casco de la moto como trofeo.
Lo cierto es que Lucas Lira se cubrió la cabeza instintivamente con sus brazos y el escopetazo le destrozó su brazo derecho. Días después, cuando en el hospital le informaron que se lo iban a amputar, enloqueció de la furia. La represalia estaba en marcha: salió inmediatamente y mató a Karen Guayquinao, la hermana de su atacante, que nada le había hecho a él. El jurado lo condenó por 11 votos a 1 por homicidio simple.
La muerte sin sentido se abatió otra vez y enlutó a una barriada pobre de los suburbios de la capital neuquina. Esta disputa por una moto desató la ordalía de sangre y ajuste de cuentas en el Barrio San Lorenzo, que se llevó la vida de Karen. De nada sirvió que Emiliano Guayquinao fuera condenado en juicio abreviado por las lesiones graves ocasionadas a Lira. Nada ya frenaría la venganza de los Lira contra los Guayquinao.
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Lucas Lira, culpable |